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lunes, 31 de julio de 2023

Paul Dirac y la elocuencia [Anécdotas (6ª Parte)]

Retomamos la sección de anécdotas de este blog con la aparición estelar de Paul Adrien Maurice Dirac (1902-1984), uno de los titanes de la física del siglo XX (aunque estudió ingeniería eléctrica), conocido por ser un teórico de una intuición incomparable. Wolfgang Pauli, conociendo el ateísmo militante de Dirac, dijo de él: «Si entiendo correctamente a Dirac, él dice: no hay Dios, y Dirac es su profeta».



Dirac ocupó la prestigiosa Cátedra Lucasiana de Matemáticas en Cambridge, una posición antes desempeñada por Isaac Newton —y que años después ocupó Stephen Hawking—, lo que le otorgó un aura legendaria. Ganó el Premio Nobel de Física en 1933. A pesar de su renombre, era un hombre amable pero extremadamente parco en palabras. Se decía que su conversación se limitaba mayormente a "sí", "no" y "no lo sé".

En una ocasión, durante un seminario, alguien le preguntó sobre una derivación particular, a lo que Dirac simplemente respondió: "No". Aunque sorprendidos por la brevedad de la respuesta, todos entendieron que no ampliaría más.

Durante una entrevista, alguien le preguntó si las iniciales de su nombre significaban algo en particular, a lo que Dirac respondió: "No", indicando que podían escribirlo de la forma que quisieran. Divertido por la situación, le preguntaron si podría significar "Poincaré Aloysius Mussolini", a lo que él respondió: "Sí".

Cuando se le preguntó sobre sus investigaciones, nuevamente contestó con un escueto "No". Divertido, el entrevistador le sugirió que escribiría sobre él como "El profesor Dirac resuelve todos los problemas de la física matemática, pero es incapaz de encontrar una forma mejor de calcular el promedio de bateo de Babe Ruth", a lo que él respondió afirmativamente.

Entre risas, el entrevistador le preguntó sobre sus gustos, y Dirac sorprendió a todos al mencionar que le gustaban "las patatas". Aunque parecía poco usual, continuaron la conversación preguntándole sobre otras actividades, como si iba al cine. Dirac mencionó que sí, pero se remontó a la década de 1920 y quizás también en los años 1930.

Luego, el entrevistador mencionó que le gustaba leer cómics del domingo, y Dirac respondió con más entusiasmo de lo usual, diciendo que sí. El entrevistador bromeó diciendo que, según los rumores, Dirac y Einstein eran las únicas personas realmente cultas que podían entenderse entre sí. Aunque Dirac era modesto, confesó que había encontrado a alguien a quien no podía entender, y se trataba de Weyl, refiriéndose al matemático Hermann Weyl, colega de Einstein en Princeton.

Por todo esto, Cuentan que sus compañeros en Cambridge inventaron lo que llamaron una unidad "dirac", que representaba el número más bajo imaginable de palabras que alguien con la capacidad de hablar podría pronunciar en compañía, calculando que sería de aproximadamente una palabra por hora.

A pesar de su naturaleza callada y enigmática, Dirac dejó una marca indeleble en la física y cambió el curso de la ciencia con sus ideas innovadoras. Su forma única de ver el mundo y su capacidad para resolver problemas complejos lo convirtieron en una figura legendaria en la historia de la física. _________________________

Fuente: 
Eurekas y Euforias, de Walter Gratzer

jueves, 21 de febrero de 2019

El LSD, el Día de la bicicleta y la creación científica [Anécdotas (5ª Parte)]



Viernes 16 de abril de 1943
«Me vi forzado a interrumpir mi trabajo en el laboratorio a media tarde y dirigirme a casa porque me sentí dominado por una sensación de intensa agitación y un ligero aturdimiento. Allí me tumbé y me hundí en una condición de intoxicación que no era desagradable, caracterizada por una imaginación extremadamente estimulada. En un estado de semiinconsciencia, con los ojos cerrados (la luz diurna me producía deslumbramiento), me asaltaron imágenes fantásticas de extraordinario realismo y con un intenso juego caleidoscópico de intensos colores. Al cabo de dos horas, aquel estado se disipó».

Esta cita pertenece al diario de laboratorio del químico suizo Albert Hofmann, que contrariamente a lo que se cree, no descubrió el LSD por casualidad, sino que fue el resultado de un proceso algo más complejo. El origen se sitúa en un trabajo anterior —fue sintetizado y aislado cinco años antes—, seguido de un largo trabajo de investigación y experimentación en donde, esta vez sí, una observación casual en forma de experiencia psicodélica culminó con el hallazgo de las propiedades psicoactivas que conocemos asociadas al LSD.

El 16 de abril de 1943 Hofmann tomó LSD, pero esta vez de manera intencionada, y la historia de su alucinante viaje en bici desde los laboratorios Sandoz hasta su casa por las calles de Basilea ha pasado a la cultura popular y la hemos leído en libros, visto en películas... Tal ha sido su influencia como anécdota que incluso el Día mundial de la bicicleta se celebra desde hace más de treinta años en conmemoración de aquel viaje a dos ruedas. Puede resultar algo contradictoria y extraña esta unión de una saludable actividad deportiva y ecológica como es la bici con el descubrimiento de una droga psicoactiva, pero es totalmente cierta y parece que nadie se escandaliza de ella, tal vez porque pocos conocen su origen.

El LSD es la dietilamida de ácido lisérgico y su abreviatura proviene del alemán Lyserg Säure-Diäthylamid. Le sigue el número 25 en muchos textos, pues ese era su número entre una serie de 26 derivados sintéticos que fueron aislados a partir del cornezuelo, nombre común del hongo Claviceps purpurea, y que eran los compuestos que Hofmann y su equipo estaban investigando cuando se descubrieron sus efectos.




El LSD-25 es una droga semisintética de efectos alucinógenos. Se metaboliza en su mayor parte en el hígado y su mecanismo de acción está relacionado con su estructura química, análoga a la del neurotransmisor serotonina, con la que interfiere en su propio metabolismo cerebral. 

Los efectos y supuestos beneficios del LSD han sido muy polémicos desde su descubrimiento e introducción como droga de consumo, sobre todo durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. Abundan las afirmaciones y testimonios sobre su inocuidad e incluso los beneficios para favorecer la creatividad artística de todo tipo, pero lo cierto es que los peligros reales superan a sus pretendidas bondades. 

Basta recordar los efectos destructivos en famosos como Syd Barrett (Pink Floyd), cuyo consumo de LSD agravó sus problemas mentales llevándolo a la oscuridad de la esquizofrenia, y en tantos otros anónimos que acabaron con graves problemas psicológicos o incluso suicidándose durante un mal viaje.

En los años gloriosos del LSD fueron muchos los artistas, músicos, cineastas, escritores e intelectuales que flirtearon con las propiedades de esta droga, en parte animados por los escritores Timothy Leary y Aldous Huxley, los primeros apóstoles del consumo del LSD como medio de liberación de la mente. 




El uso del LSD con una finalidad creativa se extendió por el mundo de la cultura y la contracultura de aquellos años con la promesa del éxtasis intelectual y el éxito. También en el mundo de la ciencia. Ya lo decía el matemático y divulgador Jacob Bronowski: «Los descubrimientos de la ciencia y las obras de arte son más que una exploración; son explosiones de velada semejanza», así que no debe extrañarnos que algunos científicos exploraran, o en este caso explotaran, esa ruleta rusa de la cordura que eran —y siguen siendo— las drogas psicodélicas.

Tampoco el genial físico Richard Feynman escapó al mito del LSD. Como cuenta en su libro autobiográfico ¿Está usted de broma Sr. Feynman?, fue invitado por el neurocientífico John C. Lilly, creador del tanque de aislamiento sensorial, para probar su invento y parece ser que Feynman necesitó algo de ayuda en forma de ketamina o LSD. En todo caso, el consumo de Feynman sería más de una forma lúdica que relacionado con su creación científica, que fue algo anterior a sus experiencias con las drogas. 



Lo que sí está más documentado es que inventores como Douglas Engelbart, el creador del ratón de ordenador, o Steve Jobs, fundador de Apple, fueron consumidores habituales de LSD. De hecho, Jobs afirmó que su experiencia con LSD fue «una de las dos o tres cosas más importantes que he hecho en mi vida».

Desde aquella tarde en Suiza cuando Hofmann tuvo su viaje hasta la actualidad, el LSD y otras drogas psicodélicas han tenido sus luces —pocas— y sus sombras  —muchas—, pero creer que con el atajo de las drogas se aceleran los descubrimientos científicos simplemente demuestra una tremenda ignorancia del proceso y la investigación científica actual.

viernes, 21 de abril de 2017

Robert W. Wood, los rayos N y la metafísica [Anécdotas (4ª Parte)]

Robert Williams Wood 

En los albores del siglo pasado se hizo popular la hipótesis de una nueva radiación, presuntamente descubierta por el hasta la fecha prestigioso físico francés Prosper-René Blondlot, que la denominó como Rayos N, por su universidad, la de Nancy. 

Los experimentos descritos por Blondlot estaban basados en una observación de variación de brillo de una chispa o llama en un haz de rayos X. Las dudas de este nuevo descubrimiento hicieron que la revista Nature acudiera en 1904 a Robert W. Wood, un reputado cazamitos que viajó al laboratorio de Blondlot donde mediante un sencillo cambio de las condiciones demostró que el fenómeno era meramente subjetivo y de percepción visual. Los rayos N no existían. 

Según Martin Gardner, en su libro Fads and Fallacies in the Name of Science de 1957, éste fue el desencadenante de la mala salud y muerte prematura de Blondlot tras el escándalo y escarnio de Wood. Pero parece ser una exageración del bueno de Martin, ya que si bien Blondlt se retiró en 1910 no murió hasta 1930 con 81 años de edad.

Hay otra curiosa anécdota sobre Robert W. Wood que leí en El mundo y sus demonios, de Carl Sagan. Y es esta:

«Hace muchas décadas, en una cena, se pidió al físico Robert W. Wood que respondiera al brindis: «Por la física y la metafísica». Por «metafísica» se entendía entonces algo así como filosofía, o verdades que uno puede reconocer sólo pensando en ellas. También podían haber incluido a la pseudociencia. Wood respondió aproximadamente de esta manera:
El físico tiene una idea. Cuanto más piensa en ella, más sentido le parece que tiene. Consulta la literatura científica. Cuanto más lee, más prometedora le parece la idea. Con esta preparación va al laboratorio y concibe un experimento para comprobarlo. El experimento es trabajoso. Se comprueban muchas posibilidades. Se afina la precisión de la medición, se reducen los márgenes de error. Deja que los casos sigan su curso. Se concentra sólo en lo que le enseña el experimento. Al final de todo su trabajo, después de una minuciosa experimentación, se encuentra con que la idea no tiene valor. Así, el físico la descarta, libera su mente de la confusión del error y pasa a otra cosa. La diferencia entre física y metafísica, no es que los practicantes de una sean más inteligentes que los de la otra. La diferencia es que la metafísica no tiene laboratorio».

Las negritas son mías. Que tengáis un buen fin de semana. :-)

jueves, 13 de abril de 2017

Gamow, el escéptico precoz [Anécdotas (3ª Parte)]

Fuente


El gran George Gamow (Odessa, 1904 - Boulder, 1968), y cuando digo «gran» no me refiero solo a su estatura física de más de 1,90 metros de altura, sigue siendo uno de mis divulgadores científicos de cabecera y un personaje que ha aparecido en bastantes ocasiones en estos siete años de blog, como bien saben lo más fieles del lugar.

De origen ruso pero nacionalizado estadounidense en 1940, Gamow ha pasado a la historia de la ciencia por sus trabajos en disciplinas tan aparentemente alejadas como la bioquímica o la astrofísica, destacando en sus investigaciones sobre la nucleosíntesis estelar, la desintegración alfa y el código genético, además de ser un defensor -y gran divulgador- de la teoría del Big Bang.


La afición por la ciencia la vivió desde que era niño en su Odessa natal, en parte debido a la influencia de su padre, un profesor de lengua y literatura rusa de secundaria aficionado a la ciencia que fue quién le regaló su primer telescopio.

Pero también fue un escéptico precoz. Según cuenta en una entrevista realizada en 1968, el año de su muerte, parece ser que no le convencía demasiado la doctrina de la transubstanciación. Gamow, nieto de un arzobispo de la Iglesia ortodoxa rusa y educado en esa religión, aplicó el método científico a su manera para comprobar si realmente la hostia consagrada de la eucaristía se convertía en el cuerpo de Cristo. 

Parece ser que un buen día, tras recibir la comunión, Gamow ocultó en su boca un trozo del pan consagrado y acudió inmediatamente a su casa para mirarlo a través de un pequeño microscopio, también regalo de su padre, con el fin de descubrir en detalle si el pan se convertía en carne humana o algo similar. Lo que observó Gamow -no sabemos si con sorpresa- era que el pan consagrado no era distinto del pan normal. Desde aquel día, según él mismo, cambió de alguna manera su actitud religiosa.

El «gran» Gamow. No os perdáis sus libros de divulgación ;-)

Fuente: Entrevista de Charles Weiner a George Gamow en su casa de Boulder (Colorado) el jueves 25 de abril de 1968.

jueves, 23 de marzo de 2017

Gay-Lussac, Alexander von Humboldt y el 'aire alemán' [Anécdotas (2ª Parte)]


Gay-Lussac y Humboldt | Fuente

Al brillante químico francés Luis Joseph Gay-Lussac (1778-1850) le debemos el enunciado de la ley de los volúmenes de combinación de los gases en 1808. Este descubrimiento fue posible debido a los experimentos sobre creación de vapor de agua con ayuda de descargas eléctricas, que realizó junto con el polímata prusiano Alexander von Humboldt (1769-1859). La ley de los volúmenes de combinación de los gases nos dice que el cociente entre los volúmenes de gas que reaccionan y el volumen de los productos obtenidos puede expresarse mediante números enteros pequeños, y es quizá una de las aportaciones científicas más importantes de Gay-Lussac, aunque ni mucho menos la única.

Pero dejemos la química de momento y continuemos con la parte más anecdótica, objeto de esta nueva serie del blog.

En el recomendable libro Eurekas y Euforias, Walter Gratzer nos cuenta, citando Was nicht in den Annalen steht de Josef Hausen, la siguiente historia referida al periodo de colaboración de Humboldt y Gay-Lussac:

«En sus experimentos necesitaban unos vasos de reacción de paredes especialmente finas que tenían que comprarse en Alemania. Humboldt aplicó su ingenio natural al problema de evitar los aranceles sobre las importaciones que en aquella época eran excepcionalmente elevados. Dio instrucciones a los sopladores de vidrio alemanes para que sellaran los largos cuellos de los recipientes y pusiesen una etiqueta en los envases: Manejar con cuidado-Aire alemán. Los aduaneros franceses no tenían instrucciones respecto a tasar el 'aire alemán', de modo que dejaron pasar el envío. Humboldt y Gay-Lussac cortaron los extremos de los recipientes sellados y continuaron los experimentos».

A los que compráis en webs chinas os animo a intentar la treta de Humboldt pero ya os adelanto que no funciona. :-P

Bromas aparte, hay que recordar que la amistad entre Gay-Lussac y Humboldt venía de lejos y se mantuvieron siempre en contacto durante sus vidas. Fueron compañeros inseparables de viaje a lo largo del año 1805 por toda Europa, donde se dedicaron al estudio del campo magnético terrestre y la composición de aire. 

Las vidas por separado de ambos monstruos de la ciencia daría para ríos de tinta pero lo dejaremos para otra ocasión. 

Para terminar esta curiosa relación entre Gay-Lussac y Alexander von Humboldt, señalar que en 1981 los en aquel entonces presidente de Francia, Valéry Giscard d'Estaing, y el canciller aléman Helmut Schmidt, crearon el Premio Gay-Lussac-Humboldt para recompensar anualmente hasta cinco científicos de una y otra nacionalidad, que se hayan distinguido por calidad de su trabajo científico y su contribución al fortalecimiento de la cooperación entre Francia y Alemania. 

jueves, 16 de marzo de 2017

Isaac Asimov y Carl Sagan [Anécdotas (1ª Parte)]




Esta fotografía, con la que abro post y nueva serie sobre anécdotas poco conocidas de la historia de la ciencia y la divulgación científica, nos muestra a unos sonrientes Isaac Asimov y Carl Sagan el 14 de diciembre de 1982, cuando ambos coincidieron en una fiesta donde se celebraba el veinte aniversario de la llegada a Venus de la sonda Mariner 2.

La imagen habla por sí misma. Asimov y Sagan eran grandes amigos. Y su buena relación durante tantos años de amistad y confidencias nos deja alguna que otra anécdota poco conocida.

Como por ejemplo el 6 de abril de 1968, día de la boda de Sagan con su segunda esposa, la artista y escritora Linda SalzmanAsimov era uno de los invitados al enlace al que acudió acompañado de su primera esposa, Gertrude Blugerman. La boda de Sagan y Linda fue una tradicional boda judía a la que Carl accedió más por tradición que por convicción. De hecho, parece ser que le insistió al rabino para que hablara del Big Bang en un pasaje del Génesis que le había propuesto previamente. 

Durante el banquete, o más bien en la hora de las copas, Rachel, la madre de Sagan, recibió efusivamente al gran Asimov de esta manera:
- «¿Y cómo están sus nietos, doctor Asimov?».
- «Yo no soy abuelo», contestó Isaac.
-  «No hay nada malo en ser abuelo», dijo Rachel Sagan.
-  «Sin duda. Solo que yo no lo soy».
- «Mi marido y yo no hemos sido nunca tan felices como desde que tenemos nietos», insistió la madre de Carl.
- «¡Mire!», le contestó Asimov seguramente con alguna cerveza de más, «¡por mí puede ser usted tan feliz como quiera, pero yo no soy abuelo!». 
Gertrude tuvo que arrastrar a su ofendido esposo a rastras fuera del radio de acción de la empeñada abuelita. En aquel momento Asimov tenía 48 años, exactamente los mismos que cumpliré yo este verano, así que lo comprendo perfectamente.

Tampoco Asimov pasó desapercibido en el tercer matrimonio de Sagan, cuando se casó con Ann Druyan en junio 1981. En esta ocasión el genio de las blancas patillas largas escribió estas «cósmicas» palabras para celebrar la boda de sus amigos:

«Tres hurras para Carl Sagan y Ann. Que hoy se han convertido en mujer y hombre. Sea vuestra vida brillante como el día. Como la ancha Vía Láctea. Como el Big Bang con el que todos comenzaron»

Y sobre la inteligencia del creador de Cosmos, en varias ocasiones Asimov dijo que Carl Sagan era una de las dos personas que había conocido que eran más inteligentes que él. La otra era Marvin Minsky, uno de los padres de la ciencia de la computación. Poco después de publicarse La conexión cósmica, para mí uno de los mejores libros de Sagan, Asimov le escribió lo siguiente a Carl:
«Acabo de terminar La conexión cósmica y me encantó cada palabra de ese libro. Eres mi idea de un buen escritor, porque tienes un estilo inconfundible y cuando leo lo que escribes te oigo hablar en mi cabeza.
Hay una cosa en el libro que me pone nervioso. Y es que es demasiado obvio que eres más inteligente que yo. Odio eso». 


Más información: Con motivo del vigésimo aniversario de la muerte de Carl Sagan recopilé en un solo post los 33 artículos que he escrito sobre su vida y obra desde que nació el blog. Y además en este enlace puedes escuchar mi intervención de hace unas semanas a nivel nacional en Radio 3 hablando de Sagan, tras la reciente reedición de su obra maestra El mundo y sus demonios.
Y sobre Isaac Asimov también hay mucho material para recordar: De químico a químico, La carta de Asimov, la química en la ciencia ficción de Asimov, una entrevista a Asimov en 1982, etc.

Fuentes: 

(1) Carl Sagan. Una vida en el Cosmos, William Poundstone (1999)

(2) https://www.brainpickings.org/2013/07/22/isaac-asimov-carl-sagan-letters/

(3) Asimov, Isaac (1981) [Originally published 1980; Garden City, NY: Doubleday]. In Joy Still Felt: The Autobiography of Isaac Asimov, 1954–1978. New York: Avon. pp. 217, 302. 

Las traducciones de las citas literales son mías, salvo las que cuenta Poundstone en su biografía de Sagan (1999)