viernes, 4 de agosto de 2023

Mijaíl Lomonósov, el hijo del pescador





Una de las figuras más desconocidas de la historia de la ciencia es la del polímata ruso Mijaíl Vasilyevich Lomonósov (1711-1765). Al menos para la mayoría de la población, incluso la más implicada en la ciencia y su divulgación. Muchos de los descubrimientos realizados por Lomonósov destacan por adelantarse a los avances científicos posteriores durante varios siglos. Los estudios llevados a cabo por Lomonósov dejaron una impronta indeleble en la configuración de la ciencia en Rusia. La pena es que en aquella época la transmisión de conocimiento no es como ahora. Vamos a recordarlo.

Lomonósov nació en 1711 en la costa del mar Blanco, en una pequeña localidad que ahora lleva su nombre. Era hijo de un pescador y vivió la pobreza en primera persona. A los diez años empezó a trabajar con su padre, pescando, en unas condiciones muy duras. En diciembre de 1730, cuando los pocos libros que pudo conseguir ya no satisfacían su creciente sed de conocimientos y el mar se le había quedado pequeño, abandonó su aldea natal, a pie y sin dinero, rumbo a Moscú. Su ambición era educarse para unirse a los sabios a los que el zar Pedro I el Grande llamaba para transformar Rusia en una nación moderna.

Antes de ser aceptado en la Academia eslavo-greco-latina, tuvo que esconder su origen humilde. Los hijos de las familias nobles se burlaban de él y apenas tenía dinero suficiente para cubrir sus necesidades básicas. Sin embargo, su buena salud y sus habilidades intelectuales excepcionales le permitieron completar el equivalente de ocho años de estudio en solo cinco años. Durante este periodo, logró aprender griego por sí mismo y explorar las obras clásicas de la antigüedad. 

Su talento no pasó desapercibido y finalmente, en enero de 1736, Lomonósov fue admitido como estudiante en la Academia de San Petersburgo. Poco después, en un lapso de siete meses, se trasladó a Alemania para estudiar en la Universidad de Marburgo, donde se sumergió en la vida estudiantil alemana. A pesar de esta experiencia, su dedicación al trabajo no disminuyó. En un plazo de tres años, logró abordar los principales logros en filosofía y ciencia occidental. Su mente, despojada de prejuicios, reaccionó en contra de la visión estrecha del empirismo que limitaba las ciencias naturales según los discípulos de Isaac Newton. A través de ensayos enviados a San Petersburgo, abordó el desafío de comprender la estructura de la materia.

En 1739, mientras se encontraba en la universidad alemana de Freiberg, Lomonósov se sumergió en un estudio práctico de las tecnologías relacionadas con la minería, la metalurgia y la manufactura de vidrio. Además, cultivó amistades con destacados poetas de la época, permitiéndose expresar libremente su inclinación por la poesía.

Después de algunos desacuerdos con uno de sus mentores, el químico Johann Henckel, y tras atravesar varios desafíos, incluyendo su matrimonio en Marburgo, Lomonósov regresó a San Petersburgo en julio de 1741. En ese momento, la dirección de la Academia estaba en manos de nobles que carecían de competencia, lo que generó un problema para Mijaíl, al no recibir el reconocimiento que merecía. Esta situación de injusticia y ostracismo lo impulsó a tomar parte en acciones de protesta. Su temperamento vehemente y su valentía lo llevaron a rebasar las normas de etiqueta de la época. Como resultado, en mayo de 1743 fue arrestado. Sin embargo, gracias a dos odas que envió a la emperatriz Isabel, logró ser liberado en enero de 1744, ganándose así un prestigio poético dentro de la Academia. La poesía al servicio de la ciencia, quién lo diría. 

Su obra científica es impresionante. En 276 Notas sobre Filosofía y Física Corpusculares expuso las ideas dominantes de su obra científica. Fue profesor por la Academia en 1745, y ese año tradujo los Estudios de filosofía experimental, de Christian Wolff, al ruso; y escribió, en latín, importantes obras sobre el calor y la electricidad. Su buen amigo, el genial matemático suizo Leonhard Euler, reconoció la originalidad creativa de sus publicaciones. 

En 1748 se le concedió el laboratorio que Lomonósov venía solicitando desde 1745 y comenzó una etapa productiva descomunal.  Registró en tres años más de 4.000 experimentos en su laboratorio. Y aquí fue donde desarrolló uno de los aportes más ampliamente reconocidos y de mayor trascendencia que Lomonósov realizó al campo de la ciencia natural: la formulación de la teoría cinético-molecular del calor. Esta teoría surgió en una época en que prevalecía la noción de la "caloría" como entidad que cedía calor de manera específica. Según esta teoría, la masa de un objeto aumentaba durante su calentamiento debido a que la caloría penetraba en sus poros y allí quedaba retenida. No obstante, Lomonósov, a través de un análisis minucioso de eventos físicos particulares, refutó con contundencia la teoría calórica y, en consecuencia, evidenció la eliminación de las especulaciones desordenadas en torno a la naturaleza de la materia que se desplaza de manera anárquica. En su concepción teórica, Lomonósov optó por emplear la denominación "átomo" en lugar de "elemento", término predominante en la época, y sustituyó "corpúsculo" por "molécula" (1748).

Obsesionado en la formación de los estudiantes, escribió en 1752 una introducción al un curso de química física que iba a establecer en su laboratorio. Las teorías sobre la unidad de los fenómenos naturales y la estructura de la materia que expuso en Origen de la luz y los colores y en sus trabajos teóricos sobre la electricidad, en 1753 y 1756, también maduraron en este nuevo laboratorio.

En 1755 funda la primera universidad rusa, que hoy lleva su nombre. Fue miembro de la Real Academia Sueca de Ciencias y de la de Bolonia. Sus teorías sobre el calor y la constitución de la materia fueron rechazadas por los científicos empiristas de Alemania, aunque fueron analizadas con interés en revistas científicas europeas.

Las persecuciones que sufrió, particularmente después de la muerte de la emperatriz Isabel en 1762 lo agotaron físicamente y murió en 1765. La emperatriz Catalina II la Grande hizo enterrar a este genio de la historia con gran ceremonia, pero confiscó todas las anotaciones donde plasmó las grandes ideas humanitarias que había desarrollado. Las publicaciones de sus obras fueron purgadas del material que constituía una amenaza para el sistema de servidumbre feudal, en particular por todo lo relacionado con sus ideas materialistas y humanistas. Se le recordó más como un poeta de la corte y un defensor de la monarquía y la religión que como un enemigo de la superstición y un pionero de la educación popular. Sin embargo, la injusta reescritura de su vida y obra no lograron extinguir su recuerdo. Fue la publicación de su "Polnoye sobraniye sochineny" (Obras completas), entre 1950 y 1983, por parte de eruditos soviéticos lo que finalmente reveló al mundo las contribuciones integrales de Lomonósov. Durante un largo período, este insigne pensador, el hijo de un humilde pescador, había sido malinterpretado por los historiadores de la ciencia. Y la pena es que, a día de hoy, siga siendo un desconocido en occidente.

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