jueves, 6 de diciembre de 2012

La sinfonía del plomo



El 26 de marzo de 1827 fallecía en Viena a los 56 años de edad el compositor y director de orquesta Ludwig Van Beethoven, una de las más importantes, influentes y conocidas figuras de la historia de la música. Aunque durante los últimos años se ha insinuado (Christian Reiter, 2007) con evidencia científica discutible[1] y mucha repercusión mediática que la causa directa de su muerte fue un envenenamiento por plomo, lo cierto es que a pesar de la escasez de datos objetivos que confirmen su muerte por intoxicación aguda con este metal, sí hay pruebas reales (muestras de pelo y huesos[2]) de que Beethoven sufriera una intoxicación por exposición a plomo a lo largo de su vida y fuera éste un factor determinante que se agravó con otras patologías previas que sufría el compositor alemán.

El caso de Beethoven y su enfermedad crónica ocasionada por la intoxicación con plomo, es un clásico que se cita siempre que se estudia la toxicidad de este elemento químico y sus derivados, especialmente para explicar sus efectos en la personalidad y la conducta de quienes lo padecen o han padecido. Pero los efectos negativos para la salud provocados por la manipulación, ingestión y utilización del plomo nos acompañan desde hace miles de años.

El resto arqueológico más antiguo del que se tiene constancia son unas cuentas de collar metálicas y unos anillos encontrados en el asentamiento neolítico de Çatalhöyük, situado en la actual Turquía, y que datan del año 6.400 a.C. En estos objetos el plomo no se encontraba en su estado nativo sino fundido con otros metales[3]. De hecho, el plomo es un elemento químico que rara vez se encuentra en su estado elemental en la naturaleza, siendo su principal mena la galena (sulfuro de plomo) seguida de la cerusita o albayalde (carbonato de plomo).

Sus características de brillo, densidad, maleabilidad y resistencia a la corrosión hicieron que su uso fuera muy popular en la antigüedad, siendo empleado para múltiples aplicaciones: plomadas para la pesca o pulverizado como sombra de ojos en el antiguo Egipto, material para esculturas en la ciudad de Troya, vasos y recipientes en Mesopotamia, láminas de escritura en la Grecia de Hesíodo… Pero fueron los romanos los que desarrollaron una impresionante tecnología para la explotación a gran escala del plomo, empleándolo como recubrimiento de utensilios de bronce o cobre (vasos y ollas de cocina) o como metal constituyente de tuberías y conducciones en los acueductos. Incluso descubrieron su uso como conservante y aromatizante, siendo una práctica gastronómica habitual el cocer mosto o vino en un recipiente de plomo para obtener defrutum, carenum y sapa, las tres variedades más populares y consumidas por la clase alta de Roma.

Se han reproducido las condiciones en las que se fabricaba el sapa para analizar su contenido, obteniéndose un valor de 1.000 ppm de plomo en la bebida final. Bastaría con tomar una cucharadita de sapa al día para provocar una severa intoxicación crónica por plomo, así que no es de extrañar que algunos autores hayan propuesto una arriesgada –y probablemente equivocada- conjetura que señala a las intoxicaciones por plomo como causa de la caída del imperio romano[4].

Los efectos para la salud como consecuencia de la exposición a plomo han sido descritos desde muy antiguo. Nicandro (siglo II a.C.) describió el cólico y la parálisis que observaba en los envenenados por plomo. Clásicamente se atribuye a Hipócrates (en el 370 a.C.) como el primero en observar los síntomas en un trabajador del metal, pero al parecer no es del todo cierto (Waldron, 1978). Fue finalmente Dioscórides (siglo I d.C.) quién describió por primera vez de forma inequívoca la intoxicación por litargirio (PbO) de la siguiente manera: “El consumo de litargirio causa opresión en el estómago, el vientre e intestinos, dolorosos cólicos;… se retiene la orina mientras que el cuerpo se hincha y adquiere una fea tonalidad plomiza.”[5]

A través de la historia existen otras referencias de conocidos personajes, aparte de Beethoven, que han sido víctimas de la presencia del plomo en su trabajo. El pintor milanés Caravaggio tenía la poco higiénica costumbre de comer junto a sus lienzos y pinturas, un hecho por el que algunos autores han apuntado la posibilidad de que su muerte fuera debida a la ingestión del plomo inorgánico de los pigmentos con los que trabajaba. Un reciente análisis de los huesos de este genio del Barroco ha venido a dar más crédito a esta hipótesis[6]. Otros pintores como Vincent Van Gogh también han sido objeto de insinuación como víctimas de los óxidos de plomo, ya que lo empleaban en sus óleos, y se ha pretendido justificar ciertas conductas extravagantes o incluso violentas, como el mal carácter de Caravaggio, a causa del saturnismo que supuestamente padecían.

El plomo es un potente neurotóxico. Lo podemos encontrar a nuestro alrededor en diversas presentaciones: como plomo metal (muy peligroso cuando se funde a más de 500ºC), derivados inorgánicos (litargirio, minio, cromato de plomo, arseniato de plomo, sulfuro de plomo, etc.) y derivados orgánicos (acetato de plomo, tetraetilo de plomo, estearato de plomo, etc.). Los principales vehículos de exposición y contacto con plomo son el aire, el agua, el suelo, a través de algunos alimentos o artículos de consumo…, aunque la fuente más importante de intoxicación actualmente es la exposición laboral.

A la intoxicación por plomo se la denomina clínicamente como saturnismo o plumbosis. El término saturnismo tiene su origen la Edad Media cuando los alquimistas asociaron el plomo con Saturno, el planeta observable con el movimiento más lento, una característica que les sugería un planeta muy pesado, como lo es el plomo. Paradójicamente, el símbolo alquímico para el plomo era la guadaña de Saturno, la representación mitológica de la muerte, una correspondencia que no ha ido muy desencaminada con la historia de este metal.

La acción tóxica del plomo puede ser aguda (absorción de una dosis importante en un periodo corto de tiempo) o crónica (absorción de una dosis menor pero de forma continuada y repetida durante un largo periodo de tiempo). En la intoxicación aguda, tras la ingestión de agua o alimentos contaminados con plomo, se pueden apreciar los síntomas ya descritos desde la antigüedad: dolor abdominal, cólicos, oliguria, uremia…, hasta incluso llegar a parálisis, delirios, convulsiones debidas a la acción neurotóxica del plomo. Puede dejar secuelas neurológicas irreversibles o incluso causar la muerte.

La intoxicación crónica es más frecuente, sobre todo en el ámbito laboral e industrial. Pueden no manifestarse los síntomas hasta que ya es demasiado tarde. En una primera fase llamada presaturnismo, los afectados pueden presentar cansancio, dispepsia, insomnio, dolor muscular, alteraciones del carácter, y en algunos casos una línea azul violácea característica en las encías (ribete gingival de Burton) y que se corresponde con la acumulación de sulfuro de plomo en esa zona de la boca. Una fase posterior, ya como saturnismo, conduce a una anemia y a una agravación de los síntomas de la fase presaturnina, en especial los neurológicos: parálisis en los dedos de la mano, cefaleas, irritabilidad, hasta incluso llegar a delirios y convulsiones. En casos extremos (normalmente tras una crisis aguda) puede producirse lesiones renales irreversibles e incluso la muerte.

Las advertencias sobre los peligros del plomo, iniciadas con Dioscórides, han sido una constante recurrente hasta llegar a nuestros días. Quizá la más famosa de ellas vino de la mano de un octogenario, y siempre brillante, Benjamin Franklin, en una contundente carta de 1786 que ha pasado a la historia de la Medicina ocupacional[7]


Pero tuvieron que pasar muchos años, con el sufrimiento de incontables víctimas anónimas, muchas de ellas niños, hasta que se consiguió reducir o eliminar el plomo de nuestras casas, ríos, ciudades o lugares de trabajo. Algo que no ha sucedido con la misma velocidad en todos los países del mundo. Hace apenas un par de años 15.000 personas de la región china de Jiyuan tuvieron que ser desplazadas de sus hogares, muy próximos a fábricas de fundición de plomo, tras conocerse que más de 1.000 niños presentaban unos niveles de plomo en sangre tremendamente elevados. Por desgracia, queda mucho camino por recorrer.

Pocos años antes de morir, Ludwig Van Beethoven dejó escrita una carta para sus hermanos Carl y Johann. Una desgarradora epístola que ha pasado a la posteridad como el Testamento de Heiligenstadt, y cuyas palabras escritas hace 200 años, -en mi libre interpretación personal- reflejan la angustia y el lamento de todos aquellos que han sufrido injustamente las iras de Saturno alguna vez en su vida:


Oh vosotros, hombres que me miráis y me juzgáis huraño, loco o misántropo, ¡cuán injustos habéis sido conmigo! ¡Ignoráis la oculta razón de que os aparezca así! Mi corazón y mi espíritu se mostraron inclinados desde la infancia al dulce sentimiento de la bondad, y a realizar grandes acciones he estado siempre dispuesto; pero pensad tan solo cuál es mi espantosa situación desde hace seis años, agravada por médicos sin juicio, engañado de año en año con la esperanza de un mejoramiento, y al fin abandonado a la perspectiva de un mal durable, cuya curación demanda años tal vez, cuando no sea enteramente imposible.”
                                                   --Ludwig Van Beethoven, 1812--


[1] http://www.classicstoday.com/features/WasBeethovenLead-Poisoned2008.pdf 

[2] http://www.anl.gov/Media_Center/News/2005/news051206.html 
[3] http://www.jstor.org/pss/2742674 
[4] http://penelope.uchicago.edu/~grout/encyclopaedia_romana/wine/leadpoisoning.html 
[5] http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1081502/pdf/medhist00121-0077.pdf 
[6] http://www.guardian.co.uk/artanddesign/2010/jun/16/caravaggio-italy-remains-ravenna-art 
[7] http://www.jce.divched.org/journal/Issues/1981/Mar/jceSubscriber/JCE1981p0274.pdf

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Este artículo fue publicado originalmente en el número 2 de la Revista Journal of Feelsynapsis. 
Esta entrada participa en en la XX edición del Carnaval de Química organizado por @bioamara en el blog La Ciencia de Amara.

14 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Pues tienes razón, Búho. Queda constancia con tu comentario que Goya también padeció los efectos del plomo (http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_de_Goya)

      Salud!

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  2. El plomo utilizado durante cerca de 70 años en las gasolinas como antidetonante ha sido ( y sigue siendo en algunos países) el responsable del envenenamiento de millones de personas en todo el mundo, siendo especialmente nocivo para niños y gestantes por su efecto neurotóxico. El trabajo de
    de unos pocos médicos y científicos y su enfrentamiento a la industria del petróleo y del automóvil ha librado a la humanidad de esta plaga.

    http://es.wikipedia.org/wiki/Tetraetilo_de_plomo
    http://es.wikipedia.org/wiki/Clair_Cameron_Patterson
    http://en.wikipedia.org/wiki/Derek_Bryce-Smith
    http://en.wikipedia.org/wiki/Philip_J._Landrigan
    http://en.wikipedia.org/wiki/Herbert_Needleman
    http://www.atsdr.cdc.gov/csem/csem.asp?csem=7&po=0


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  3. ¿No se referirá Beethoven en su carta a su sordera? Para un músico debe ser algo infernal...

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    1. Estoy de acuerdo. Por eso digo en el post "libre interpretación personal". Unas palabras que pueden servir igualmente para los afectados por plomo.

      Gracias.

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    2. Por lo que leí en su día, Beethoven relacionaba su sordera con sus problemas de estómago (producidos realmente por el plomo). Como dejó escrito:

      "... Mi oído se ha puesto mucho peor en los últimos tres años, hecho que fue causado por la condición de mi estómago…” (Fuente: http://www.lvbeethoven.com/Bio/LvBeethoven-Salud-Sordera-Origen.html)

      Salud!

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  4. Vaya, parece que últimamente la cosa va de venenos, ¿eh? Genial, muy buen post.

    Una cosa. Las llamadas a pie de página que incluyes en el texto apuntan a una carpeta, no a una dirección de Internet.

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    1. Gracias Luis.
      Ya está solucionado lo de las llamadas a pie de página :)
      Saludos

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  5. Dani he tardado en leerlo pero al final siempre lo hago. Me ha encantado. No sabía que existiesen pruebas fehacientes de la intoxicación por plomo del maestro Ludwig Van Beethoven...un saludo y muchas gracias por estos posts.
    Scientia

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  6. Muy interesante. Gracias por la entrada y el trabajo realizado.

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  7. posiblemente uno de tus mejores posts, que son dificiles de mejorar.
    soberbio,apasionante,didactico,informativo e interesantisimo...GENIAL

    jaleante

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  8. Echo en falta una alusión al Ferrán Adriá de la antigua Roma, Marcus Apicius, quien en su gran tratado de cocina 'De Re Coquinaria' recogía casi 30 recetas que contenían plomo en cantidades apreciables. Si unimos, conducciones de plomo, bebidas y comida 'saborizada' con plomo, resultará que tenían razón los irreductibles galos: " están locos estos romanos..."
    Pero por el plumbum

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