martes, 2 de agosto de 2016

La influencia de la mitología en la ciencia (34ª Parte): Proteo

[Nota inicial: Se puede consultar el resto de entregas de la serie sobre la influencia de la mitología en la ciencia desde este enlace]


Proteo, por Andrea Alciato
Antes que los remeros de Odiseo
fatigaran el mar color de vino
las inasibles formas adivino
de aquel dios cuyo nombre fue Proteo. 
Pastor de los rebaños de los mares
y poseedor del don de profecía,
prefería ocultar lo que sabía
y entretejer oráculos dispares.


Urgido por las gentes asumía 
la forma de un león o de una hoguera
o de árbol que da sombra a la ribera 
o de agua que en el agua se perdía.
De Proteo el egipcio no te asombres,
tú, que eres uno y eres muchos hombres.
                                          -Proteo, Borges (1972)-
En la mitología griega Proteo era una deidad marina asimilable al dios Nereo y cuyo nombre hacía referencia a algo primordial o primogénito. Vivía en la isla de Faros, cerca de la desembocadura del río Nilo, donde cuidaba con devoción y esmero los rebaños de focas del dios Poseidón

El rey espartano Menelao, esposo de Helena, partió con su barco de Troya y acabó varado con su tripulación en la isla de Faros, atrapado en una calma chicha y sin saber cómo salir de allí. La ninfa Eidothea, hija de Proteo, le prestó su ayuda diciéndole que fuera a buscar a su padre para que les dijera la forma de abandonar la isla. La única condición era que tenía que sorprenderlo sin que notara su presencia, ya que Proteo no solía hablar con los mortales salvo que lo agarraran desprevenido o por la fuerza y sin tiempo para reaccionar.

La ninfa cubrió a Menelao y sus hombres con pieles de foca con el fin de que su padre no se diera cuenta de que en realidad eran hombres que se acercaban a él. Y de esa manera Menelao se camufló entre el rebaño de focas y otras bestias que cuidaba Proteo hasta que vieron que el anciano dios se quedaba dormido. En ese momento, Menelao y sus compañeros agarraron a Proteo por la fuerza y le preguntaron por la forma de salir de la isla. Pese a que Proteo se resistió transformándose primero en un león, en serpiente, agua, pantera hasta llegar al final a convertirse en un árbol, no pudo escapar del interrogatorio y le contó a Menelao la historia del reciente asesinato a traición de su hermano Agamenón a manos de Egisto en la Argólida. Bastaba con erigir un túmulo en honor del héroe asesinado para que los vientos les fueran propicios y pudieran abandonar la isla y regresar a su hogar. Y así ocurrió.

Una luna de Neptuno, género de plantas y bacterias, una salamandra y el hombre elefante

Proteo, el segundo satélite más grande de Neptuno tras Tritón, fue descubierto en agosto de 1989 por la sonda Voyager 2. Con un diámetro de 420 kilómetros es muy pequeño en comparación con los 2.700 km de Tritón. Su forma se asemeja a un poliedro irregular que lo hace característico. Presenta una superficie muy oscura (hecho por el cual no fue descubierto antes por telescopio), helada y repleta de cráteres. Al parecer no hay indicios de actividad geológica y posee un inmenso cráter de 250 km de diámetro y 15 de profundidad, llamado Faros en referencia a la morada del dios Proteo, y que ha sido objeto de varias teorías relativas a su formación.

Protea es el nombre común de un género de plantas florales creado por Carlos Linneo en 1735, que lo nombró de esa forma en clara alusión a los cambios morfológicos de Proteo compartidos con estas plantas. No se debe confundir con Proteus, que es un género de bacterias gramnegativas implicadas en infecciones del tracto urinario.


El Proteus anginus es un extraño y curioso caudado originario de algunas cuevas de la zona de los Balcanes, único miembro de su género, rerpira mediante branquias y en la antigüedad se creía que era una cría de dragón por su parecido con los mismos. Su cuerpo está cubierto de una piel muy fina que permite ver sus órganos a simple vista. Además es capaz de producir melanina y su piel se oscurece cuando se expone a la luz. 

El Síndrome de Proteo es una terrible y rara enfermedad congénita conocida desde antaño que fue descrita y caracterizada en 1979 por el doctor norteamericano Michael Cohen. Esta patología se caracteriza por un crecimiento desmesurado de la piel y los huesos acompañado de otros tumores en el cuerpo. Actualmente se estima que hay alrededor de 500 casos en el mundo pero el caso más famoso, llevado al cine en 1980 por David Lynch, fue el de Joseph Merrick, conocido como «El hombre elefante». 


Merrick en 1889

Joseph Merrick nació en Leicester en 1862 con una apariencia normal. Pero los primeros síntomas de su enfermedad comenzaron antes de cumplir dos años. Al morir su madre fue repudiado por la nueva mujer de su padre y comenzó a trabajar con 13 años en una fábrica de puros primero y después como vendedor a domicilio. La enfermedad ya era notoria y dado el rechazo que producía abandonó su trabajo en la calle y acabó ofreciéndose como freak a un circo londinense. Su apodo de «hombre elefante» lo explicaba su familia por el supuesto trauma que tuvo su madre al ser atacada por un elefante cuando estaba embarazada de él.

Tras una suerte de desgracias en el mundo del circo, secuestro incluido, acabó sus días acogido en un hospital por el cirujano Frederic Treves, que acabó siendo su mejor amigo y confidente que incluso lo acabó introduciendo en la sociedad de Londres. Una sociedad que quedó maravillada de la sensibilidad y exquisitas formas de Merrick como contrapunto a su aspecto físico. Sus grandes pasiones eran la escritura y la lectura, especialmente el género de novela romántica. Su fama llegó a llamar la atención de la Princesa de Gales y el Duque de Cambridge, que se interesaron por su estado en varias ocasiones. 

El 11 de abril de 1890 Joseph Merrick apareció muerto por asfixia en su habitación del Royal London Hospital. Tenía 27 años. 

Hace cinco años se identificó el gen que produce el crecimiento de huesos y tejidos del Síndrome de Proteo. Se trata del AKT1 y representa el primer paso para, quién sabe, la curación o un mejor tratamiento para esta cruel lotería genética. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario