sábado, 31 de octubre de 2015

Ciencia y aprendizaje [Extracto del libro 'El sentido común de la ciencia' de Jacob Bronowski]


El proceso de aprendizaje es esencial para nuestras vidas. Todos los animales superiores lo buscan deliberadamente. Son curiosos y efectúan experimentaciones. Un experimento es una especie de inofensiva carrera de pruebas de alguna acción que tendremos que ejecutar en el mundo real, y es esto tanto si es efectuada en un laboratorio por científicos o por cachorros de zorra fuera de su terreno. El científico experimenta y el cachorro juega; ambos aprenden a corregir los errores de juicio en un terreno en que los errores son fatales. Puede que sea esto lo que les da este aire de felicidad y libertad al poner en práctica estas actividades.
Es por esto que debemos comprender que por su misma naturaleza las predicciones pueden estar a veces equivocadas. Sólo así podemos aprender en tanto que individuos y especies. La ciencia aprende del mismo modo. Precisamente éste es el paso que dieron Galileo y Francis Bacon hace más de trescientos años, paso que dio origen a la ciencia actual. Porque hasta que pusieron en marcha la Revolución Científica, los hombres creían que sólo un profundo discernimiento intelectual podía comprender la mecánica de la Naturaleza. Galileo y Bacon añadieron a esta exigencia de la razón la nueva exigencia de los datos empíricos. Desde entonces, la verificación de una explicación científica ha sido siempre en último término empírica: ¿concuerda con los hechos? La ciencia ha sido concebida, aunque inconscientemente, como un proceso de aprendizaje, porque recurrir a la realidad empírica en la especulación es admitir la posibilidad de error. La ciencia es un mecanismo de predicción en proceso de incesante autocorrección. El camino que va de la astronomía de Ptolomeo a la de Newton y luego a la de la relatividad es precisamente una serie de estadios de aprendizaje en que cada uno de éstos corrige el pequeño pero demostrable error que se ha abierto entre la predicción y los hechos; no debemos despreciar los errores, son el humus sobre el que se desarrolla el proceso de la vida. Al mismo tiempo que Peley trazaba la voluntad de Dios en la perfección de reloj del hombre, William Blake dijo con más modestia, pero con intuición más aguda:
           «Ser un error y ser arrojado es parte de la voluntad de Dios»

            El sentido común de la ciencia, Jacob Bronowski (1951) - 

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