viernes, 24 de febrero de 2012

Intermediario [Poema de Roald Hoffmann]


Fritz Haber
inventó un catalizador para extraer kilómetros cúbicos
de nitrógeno del aire. Fijó el gas con fragmentos
de hierro; fábricas alemanas siguieron
en tropel, produciendo toneladas de amoniaco

y fertilizantes, meses antes que las vías marítimas
al salitre chileno y al guano fueran cortadas,
justo a tiempo para acumular existencias de pólvora,
explosivos para la Gran Guerra. Haber sabía cómo trabajaban

los catalizadores, que un catalizador no es inocente, que
se involucra para allanar una cima o socavar
una loma crítica, o que, extendiendo sus brazos
moleculares a los socios, en las más difíciles

etapas de la reacción, los acerca, facilita
la deseada formación y ruptura de enlaces.
El catalizador, renacido, se levanta otra vez
a su celestineo; una libra barata del bruñido hierro

de Haber podría producir un millón de libras
de amoniaco. El Consejero Privado Haber del Káiser
Wilhem Institute se veía a sí mismo como un catalizador
para terminar la guerra; sus armas químicas
llevarían la victoria en las trincheras; quemaduras
y pulmones calcinados eran mejor que las balas
dum-dum, la metralla. Cuando sus hombres abrieron
los tanques de cloro, y un gas verde se volcó

al amanecer sobre el campo de Ypres, cuidadosamente
tomó notas, olvidó las tristes cartas de su esposa.
Después de la guerra, Fritz Haber en Berlín soñó
con mercurio y azufre, el trabajo de los alquimistas

apresurando al mundo, transformándose a sí mismos.
Se preguntó cómo podría extraer los millones
de átomos de oro de cada litro de agua
trasmutando el océano en lingotes apilados

contra la deuda de guerra alemana. Y el mundo, bueno,
estaba cambiando; en Munich uno podía oír
las botas de los camisas pardas, uno pagaba
miles de marcos por una comida. Un catalizador de nuevo,

eso es lo que encontraría y encontró –él mismo,
en Basilea, la ciudad extranjera en las riberas
de su Rin, ahí se encontró a sí mismo, el consejero
Haber, protestante, ahora el judío Haber, un hombre
Cambiado y moribundo, en la ciudad del astuto Paracelso.


Poesía extraída del libro Química imaginada, un texto de ensayos y poemas del Nobel de Química Roald Hoffmann, con prólogo de Carl Sagan e ilustraciones de Vivian Torrence.
Más sobre la vida de Fritz Haber: aquí
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NOTA: Esta entrada participa en la XII Edición del Carnaval de la Química que organiza este mes el blog  Historias con mucha química (como todas).

1 comentario:

  1. En versión original seguro que mejora, pero no lo he encontrado.

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