viernes, 5 de agosto de 2016

La influencia de la mitología en la ciencia (37ª Parte): Juno

[Nota inicial: Se puede consultar el resto de entregas de la serie sobre la influencia de la mitología en la ciencia desde este enlace]


Los amores de Júpiter y Juno, de Annibale Carracci

Juno era una bella diosa que se identifica con la maternidad en la mitología romana (Hera, para los griegos). Era la esposa de Júpiter (Zeus) y madre de Lucina (Ilítia), Marte (Ares) y Vulcano (Hefesto).

Juno, junto con Minerva (Atenea) y Júpiter, e invocada como Iuno Regina, pertenece a la llamada tríada capitolina, el grupo dioses primordiales para los antiguos romanos. Cada primero de marzo, el mes de Marte, se celebraban en su honor las fiestas de los Matronalia, donde las mujeres casadas de Roma melena al viento presentaban sus ofrendas a Juno para que les diera protección y fertilidad.

El mes de junio recibió su nombre en honor a la diosa Juno.

Una sonda, el tercer asteroide descubierto, cohetes, plantas y una proteína

Las lunas más grandes del planeta Júpiter son Ío, Europa, Calisto y Ganímedes, nombres de la mitología griega que coinciden con amantes de Zeus, quién escondía sus infidelidades bajo las nubes del Olimpo. Hera (Juno), celosa y legítima esposa de Zeus (Júpiter), poseía el don de poder ver a través de las nubes y así fue como iba descubriendo las aventuras de su esposo.

Primera imagen tomada por Juno

La sonda espacial Juno también va a ser capaz de ver a través de las «nubes» de Júpiter durante los próximos meses. Lanzada hace cinco años se incorporó a la órbita del planeta hace apenas un mes. Habrá que seguir atentos porque nos dejará boquiabiertos.

Con el nombre de Juno se designó al tercer asteroide que se descubrió. (3) Juno es uno de los asteroides más grandes del cinturón principal de asteroides y fue descubierto el 1 de septiembre de 1804 por Karl Ludwig Harding desde un
Tránsito de Juno
observatorio en la ciudad alemana de Lilienthal. En un principio fue considerado un planeta, como también ocurrió con otros cuerpos como Ceres o Palas, pero al final ni siquiera ha quedado como planeta enano. Posee una órbita muy excéntrica y todo parece indicar que está formado por condrita ordinaria, un grupo común de meteoritos que contienen hierro con silicatos como el olivino, piroxeno y plagioclasa.


También inspirados en la diosa Juno tenemos a un cohete de los años cincuenta derivado de los misiles Júpiter, un subgénero de plantas y una proteína implicada en la fertilidad.

jueves, 4 de agosto de 2016

La influencia de la mitología en la ciencia (36ª Parte): Cloto

[Nota inicial: Se puede consultar el resto de entregas de la serie sobre la influencia de la mitología en la ciencia desde este enlace]


Estatua de Cloto hilando | Fuente

En la mitología griega, Cloto era la hermana menor de las Moiras, las tres diosas hijas de Zeus y Temis que asignaban el destino individual de cada mortal cuando nacía, tejiendo en ese momento «el hilo de vida» desde el nacimiento hasta la muerte y el más allá. En la mitología romana se las conocía como Parcas y eran las Nornas de la mitología nórdica.

Las hermanas de Cloto eran Laquésis (la Repartidora) que medía con una vara la longitud del hilo de la vida y Átropos (la Inflexible) quién cortaba el hilo de la vida con sus tijeras cuando llegaba la hora. Cloto (la Tejedora) era la encargada de hilar la hebra de la vida con una rueca y un huso. Dioses y hombres estaban sometidos a ellas, con la excepción parcial de su padre Zeus, que podía retrasar su designio pero no impedirlo.


La curva de las carreteras, una membrana biológica y un asteroide

La clotoide, también conocida como radioide de arcos o espiral de Euler, es una curva tangente al eje de las abscisas en el origen y cuyo radio de curvatura disminuye de manera inversamente proporcional a la distancia recorrida sobre ella.
También se la conoce como espiral de Cornu, en honor del f ísico del siglo XIX Marie Alfred Cornu que la utilizó en el diseño de un aparato para medir la intensidad de la luz.

En los inicios de la construcción de carreteras y ferrocarriles uno de los quebraderos de cabeza de los ingenieros y arquitectos era sobre el trazado de las curvas. Un problema que se iba agravando conforme las velocidades iban creciendo. La solución vino de las matemáticas. La clotoide
La clotoide (en rojo) es la curva que 
une la recta y la circunferencia
presenta la propiedad de que su curvatura en cualquier punto es proporcional a la distancia a lo largo de la curva medida desde el origen. De esta manera se suele aplicar, cuando las cosas se quieren hacer bien, para el trazado de curvas de transición. En las atracciones como las montañas rusas podemos encontrar clotoides en su trazado.



Fuente


Con el nombre de Cloto, e inspirada en la pequeña Moira, tenemos una proteína transmembranal descubierta en 1997 implicada en el envejecimiento y también al asteroide número 97. 


Modelo tridimensional de (97)-Cloto basado en su curva de luz

(97) Cloto fue descubierto por el astrónomo alemán Wilhelm Tempel en 1868 desde el observatorio de Marsella. Fue el quinto y último asteroide descubierto por Tempel. Su diámetro es de unos cien kilómetros, un tamaño considerable que lo sitúa entre los relativamente grandes del cinturón principal de asteroides. 
Las hermanas de Cloto, también tienen asteroides con su nombre: (273) Átropos y (120) Laquésis.

miércoles, 3 de agosto de 2016

La influencia de la mitología en la ciencia (35ª Parte): Éter

[Nota inicial: Se puede consultar el resto de entregas de la serie sobre la influencia de la mitología en la ciencia desde este enlace]


Éter peleando con un gigante con cabeza de león | Museo de Pérgamo

En la mitología griega Éter es la deidad que personifica el cielo superior y también el aire puro como elemento que respiran los dioses, en comparación con el aire «normal» que por el contrario inhalan los mortales. Según la genealogía de Hesiodo, Éter era hijo de Nix (la Noche) y de Érebo (la Tiniebla), y hermano de Hémera (el Día). 

En las fábulas de Higinio, Éter es hijo de Caos y Cáligo; y padre del Cielo, el Mar y la Tierra con Hémera, y de abstracciones como el Terror, la Astucia, el Miedo, la Venganza y otras muchas, fruto de su unión con su hija Tierra.

En la mitología romana, Marco Tulio Cicerón considera a Éter como el padre de Júpiter (Zeus) y Caelus (Urano).

El quinto elemento, un sistema de referencia absoluto, un grupo funcional y Ethernet

Se atribuye al filósofo griego Empédocles de Agrigento la teoría de las cuatro raíces, a las que posteriormente Aristóteles llamó elementos: el agua, principio de todas las cosas para Tales de Mileto, el fuego de Heráclito, el aire de Anaxímenes y la tierra de Jenófanes. Aristóteles añadió un quinto elemento a los anteriores. El éter, el elemento incorruptible y sin peso, de movimiento circular, más puro que los cuatro clásicos y que estaba presente en el espacio y los cuerpos celestes. El éter era la materia de la que estaba hecho el mundo supralunar. En la Edad Media se le llamó quintaesencia. 

La idea del quinto elemento de Aristóteles se mantuvo viva durante siglos, no exenta de críticas pero perduró, hasta que finalmente Galileo Galilei observara en 1609 con su telescopio las irregularidades de la Luna, con sus cráteres y montañas, que la hacían incompatible con la pureza del éter propuesto por el polímata griego casi dos mil años antes.


En el siglo XIX se produjo la unificación de dos áreas de la física que hasta entonces se las consideraba independientes. La electricidad y el magnetismo. Surgió el concepto de campo, que en un principio se creyó asociado a la existencia de un éter omnipresente y en reposo absoluto. El éter era la sustancia universal que «sostenía» los fenómenos electromagnéticos y ópticos. Los físicos del XIX creían en el éter pero necesitaban un experimento que lo demostrara. 

El experimento es un clásico de la historia de la ciencia y fue realizado en 1887 por los físicos norteamericanos Albert A. Michelson y Edward W. Morley utilizando un interferómetro, que permite medir distancias y velocidades con enorme precisión utilizando haces de luz en interacción, para demostrar la existencia de un sistema de referencia absoluto (éter). La idea era medir la velocidad relativa a la que se mueve la Tierra respecto al éter.


Con un espejo semitransparente se dividía un haz luminoso en dos haces perpendiculares que se reflejaban en unos espejos para luego volver a unirse y calibrar el equipo. Posteriormente se giraba el interferómetro. Cualquier cambio en la velocidad de la luz debería producir una interferencia entre los dos haces luminosos que podía detectarse. El experimento se realizó y repitió con un cuidado extremo pero el resultado fue negativo, no hubo cambio en la velocidad de la luz.


Se propusieron varias hipótesis para explicar el «fracaso» del experimento pero finalmente la explicación, y revolución científica, llegó de la mano de Albert Einstein con la teoría de la relatividad especial. 


En Química orgánica, el éter es un grupo funcional compuesto por un átomo de oxígeno unido a dos grupos orgánicos. Son poco solubles en agua y en general poco reactivos. Hay tres clases de éteres: sencillos, aromáticos y mixtos. Son muy inflamables y exigen un especial cuidado cuando se manipulan. 

Cuando escuchamos la palabra «éter» o alguien nos habla del «éter» normalmente la asociamos con el anestésico, aunque en realidad a lo que se refiere es al éter etílico o dietiléter. Fue sintetizado por vez primera en 1540 por el farmacéutico alemán Valerius Cordus, que lo llamó «aceite de vitriolo dulce». En 1729 el químico August Sigmund Frobenius describió sus propiedades y fue quién le dio el nombre con el que lo conocemos en la actualidad.



El uso del éter etílico como anestésico por vía inhalatoria lo propuso el cirujano y odontólogo William T. Morton a mediados del siglo XIX como alternativa al cloroformo y los opiáceos. Pero aparte de sus propiedades médicas el éter etílico fue muy popular como droga recreativa. Sus efectos eran similares a una intoxicación etílica pero más intensa y peligrosa. 


El estándar de redes informáticas Ethernet fue bautizado aludiendo al éter por Robert Metcalfe en 1973.


NOTA: Esta entrada participa en la LIX Edición del Carnaval de Química, edición praseodimio, acogido en la web de la imprescindible asociación Hablando de Ciencia.




 

martes, 2 de agosto de 2016

La influencia de la mitología en la ciencia (34ª Parte): Proteo

[Nota inicial: Se puede consultar el resto de entregas de la serie sobre la influencia de la mitología en la ciencia desde este enlace]


Proteo, por Andrea Alciato
Antes que los remeros de Odiseo
fatigaran el mar color de vino
las inasibles formas adivino
de aquel dios cuyo nombre fue Proteo. 
Pastor de los rebaños de los mares
y poseedor del don de profecía,
prefería ocultar lo que sabía
y entretejer oráculos dispares.


Urgido por las gentes asumía 
la forma de un león o de una hoguera
o de árbol que da sombra a la ribera 
o de agua que en el agua se perdía.
De Proteo el egipcio no te asombres,
tú, que eres uno y eres muchos hombres.
                                          -Proteo, Borges (1972)-
En la mitología griega Proteo era una deidad marina asimilable al dios Nereo y cuyo nombre hacía referencia a algo primordial o primogénito. Vivía en la isla de Faros, cerca de la desembocadura del río Nilo, donde cuidaba con devoción y esmero los rebaños de focas del dios Poseidón

El rey espartano Menelao, esposo de Helena, partió con su barco de Troya y acabó varado con su tripulación en la isla de Faros, atrapado en una calma chicha y sin saber cómo salir de allí. La ninfa Eidothea, hija de Proteo, le prestó su ayuda diciéndole que fuera a buscar a su padre para que les dijera la forma de abandonar la isla. La única condición era que tenía que sorprenderlo sin que notara su presencia, ya que Proteo no solía hablar con los mortales salvo que lo agarraran desprevenido o por la fuerza y sin tiempo para reaccionar.

La ninfa cubrió a Menelao y sus hombres con pieles de foca con el fin de que su padre no se diera cuenta de que en realidad eran hombres que se acercaban a él. Y de esa manera Menelao se camufló entre el rebaño de focas y otras bestias que cuidaba Proteo hasta que vieron que el anciano dios se quedaba dormido. En ese momento, Menelao y sus compañeros agarraron a Proteo por la fuerza y le preguntaron por la forma de salir de la isla. Pese a que Proteo se resistió transformándose primero en un león, en serpiente, agua, pantera hasta llegar al final a convertirse en un árbol, no pudo escapar del interrogatorio y le contó a Menelao la historia del reciente asesinato a traición de su hermano Agamenón a manos de Egisto en la Argólida. Bastaba con erigir un túmulo en honor del héroe asesinado para que los vientos les fueran propicios y pudieran abandonar la isla y regresar a su hogar. Y así ocurrió.

Una luna de Neptuno, género de plantas y bacterias, una salamandra y el hombre elefante

Proteo, el segundo satélite más grande de Neptuno tras Tritón, fue descubierto en agosto de 1989 por la sonda Voyager 2. Con un diámetro de 420 kilómetros es muy pequeño en comparación con los 2.700 km de Tritón. Su forma se asemeja a un poliedro irregular que lo hace característico. Presenta una superficie muy oscura (hecho por el cual no fue descubierto antes por telescopio), helada y repleta de cráteres. Al parecer no hay indicios de actividad geológica y posee un inmenso cráter de 250 km de diámetro y 15 de profundidad, llamado Faros en referencia a la morada del dios Proteo, y que ha sido objeto de varias teorías relativas a su formación.

Protea es el nombre común de un género de plantas florales creado por Carlos Linneo en 1735, que lo nombró de esa forma en clara alusión a los cambios morfológicos de Proteo compartidos con estas plantas. No se debe confundir con Proteus, que es un género de bacterias gramnegativas implicadas en infecciones del tracto urinario.


El Proteus anginus es un extraño y curioso caudado originario de algunas cuevas de la zona de los Balcanes, único miembro de su género, rerpira mediante branquias y en la antigüedad se creía que era una cría de dragón por su parecido con los mismos. Su cuerpo está cubierto de una piel muy fina que permite ver sus órganos a simple vista. Además es capaz de producir melanina y su piel se oscurece cuando se expone a la luz. 

El Síndrome de Proteo es una terrible y rara enfermedad congénita conocida desde antaño que fue descrita y caracterizada en 1979 por el doctor norteamericano Michael Cohen. Esta patología se caracteriza por un crecimiento desmesurado de la piel y los huesos acompañado de otros tumores en el cuerpo. Actualmente se estima que hay alrededor de 500 casos en el mundo pero el caso más famoso, llevado al cine en 1980 por David Lynch, fue el de Joseph Merrick, conocido como «El hombre elefante». 


Merrick en 1889

Joseph Merrick nació en Leicester en 1862 con una apariencia normal. Pero los primeros síntomas de su enfermedad comenzaron antes de cumplir dos años. Al morir su madre fue repudiado por la nueva mujer de su padre y comenzó a trabajar con 13 años en una fábrica de puros primero y después como vendedor a domicilio. La enfermedad ya era notoria y dado el rechazo que producía abandonó su trabajo en la calle y acabó ofreciéndose como freak a un circo londinense. Su apodo de «hombre elefante» lo explicaba su familia por el supuesto trauma que tuvo su madre al ser atacada por un elefante cuando estaba embarazada de él.

Tras una suerte de desgracias en el mundo del circo, secuestro incluido, acabó sus días acogido en un hospital por el cirujano Frederic Treves, que acabó siendo su mejor amigo y confidente que incluso lo acabó introduciendo en la sociedad de Londres. Una sociedad que quedó maravillada de la sensibilidad y exquisitas formas de Merrick como contrapunto a su aspecto físico. Sus grandes pasiones eran la escritura y la lectura, especialmente el género de novela romántica. Su fama llegó a llamar la atención de la Princesa de Gales y el Duque de Cambridge, que se interesaron por su estado en varias ocasiones. 

El 11 de abril de 1890 Joseph Merrick apareció muerto por asfixia en su habitación del Royal London Hospital. Tenía 27 años. 

Hace cinco años se identificó el gen que produce el crecimiento de huesos y tejidos del Síndrome de Proteo. Se trata del AKT1 y representa el primer paso para, quién sabe, la curación o un mejor tratamiento para esta cruel lotería genética.